sábado, 17 de diciembre de 2011

En estas fechas, más que nunca, nos gusta rodearnos de nuestras personas queridas. Nos reunimos con amigos y familiares para brindar por otro año de felicidad compartida.

Por primera vez, desde que partiste a aquella estrella tan brillante del cielo desde la que me sonríes cada noche, hace ya varios años, he sentido que debía hacer algo por ti en estas fechas. Por nosotras.

Ya no guardo rabia y tristeza. Ya no grito por dentro.

Compré el árbol más grande. Armé la estructura y separé cada una de las ramas tal y como me enseñaste cuando era una niña. Coloqué las luces. La cinta. Y la bolas. Primero las plateadas y luego las rojas. Y unas bonitas mariposas en el pico. Sé que desde donde estás sonríes al verlo. Escribí una historia en cada una de ellas; una historia de amor infinito y puro, compartido a tu lado.

Mientras colocaba cada una de las bolas del árbol, mientras daba vueltas alrededor distribuyendo la cinta y las luces, mientras recolocaba los adornos hasta dejarlos uniformemente repartidos, pensaba en ti. Pensaba en hacerte este regalo. Compartir este momento contigo. Y brindar porque sigues viviendo en mi. Pero al fin, de una manera que no desgarra, sino que abriga el alma.

Tu recuerdo vive en mi. No te olvidaré.

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