domingo, 19 de octubre de 2008

Sweet Childhood

El viernes pasado mientras estaba en clase, entre instrumentos de planeamiento mi mente voló muchos años atrás. No sé cómo, pero me transporté en el espacio-tiempo a un lugar y momento que tenía escondido en un rincón olvidado de mi memoria, del cual no me había acordado en...unos quince años, que se dice pronto.

Al ver reflejado en la pantalla el primer plano que he visto en el master y los colores del mismo, los diferentes sectores que aparecían reflejados, miré mis manos y mi cuerpo y noté cómo se iban haciendo pequeñitos y la silla en la que me encontraba se elevaba; ya no estaba sentanda en la mesa de la universidad, sino en la mesa de arquitectura de mi padre, en el estudio antiguo.

Lo recuerdo como si fuera hoy. Me alucinaba ir a ver a mi padre trabajar. Cuando iba me dejaba sentarme en aquella silla tan alta y en su mesa, sorprendida por lo grande que era, su inclinación y esa regla tan grande que se movía con unos pequeños hilos de arriba a abajo de la mesa.

Me encantaba ir allí porque había miles de lápices de colores y mi padre me daba planos para que los pintara.

Y, quince años después del momento descrito, empiezo a comprender porqué empleaba esos determinados colores en los planos y no otros.

Es sorprendente llevar toda la vida diciendo que jamás haría nada relacionado con la arquitectura, y acabar encontrándola en todos los ámbitos de mi vida.

Ya no uso colorines para pintar los planos, pero el viernes volví a sentirme como una niña que coloreaba planos sentada en las piernas de su padre, encantada, segura.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo tb viajé a otro lado.

Navin dijo...

La de vueltas que da la vida.. siempre decimos que jamás haremos o jamás diremos tal cosa... pero al final los pies nos llevan a la evidencia. Lo importante es saber que se ha tomado no el camino correcto, sino uno bueno en el que se pueda andar por mucho tiempo.

A lo mejor te veo pronto en Madrid ;)