Ella había sacado un cigarillo de su minúsculo y carísimo bolso italiano, e intentaba en vano hallar el encendendor que pensaba se encontraba en su interior (¡mierda! Elena siempre me roba el mechero, pensó, sosteniendo inútilmente el pitillo entre sus labios); pero allí estaba él, alto, moreno, de ojos pardos y una sonrisa encantadora. Extendió rápidamente su mano y una llama apareció entre sus dedos como por arte de magia. Magia que no había hecho más que empezar aquella noche.
- ¡Gracias! ¡Me has salvado! Hola, me llamo Carlota.
Máximo, que así se llamaba él, se quedó aún un par de segundos anonadado ante su belleza antes de reaccionar...
- ¡Ay! Yo...Mi nombre...es Máximo...Max, un placer.
Y llegaron los dos primeros besos de la pareja, algo torpes y nerviosos.
La terraza estaba prácticamente vacía, a excepción de un par de personas que habían decidido continuar la fiesta afuera, en los incómodos asientos de mimbre que se distribuían por el diáfano espacio.
Comenzaron a hablar, al principio de cosas triviales: el trabajo, el verano...Rememoraron las locuras vividas durante los pasados años universitarios. Hablaron del ayer y del mañana. De los planes que tenían, de los sueños que les quedaban por cumplir... Se sorprendieron una y otra vez de las cosas que tenían en común.
Los primeros rayos de luz comenzaron a surgir entre las madrugadoras nubes. La música se apagó y los chicos se miraron a la cara sonrientes:
- ¿Hasta la próxima?
- Hasta la próxima
Las amigas de Carlota la esperaban hacía rato en la puerta de la discoteca.
- ¿Pero dónde coño te has metido en toda la noche putilla? Espero que por lo menos esté bueno, para habernos tenido aquí fuera esperándote desde hace media hora. ¿No escuchabas el teléfono?
Ella no respondió, estaba repasando mentalmente las últimas horas. Maravillosas. Dulces. Alucinantes.
A él lo esperaban sus amigos ya en el coche, se subió en el asiento del copiloto y justo cuando iban a marcharse se dió cuenta de que no le había pedido su número de teléfono. El tiempo había pasado tan rápido que se había olvidado de aquel pequeño pero tan decisivo detalle. Max se bajó corriendo del coche cuando empezaba a arrancar y se dirigió hacia el grupo de chicas.
Metió su mano en el bolsillo trasero de su vaquero y sacó una tarjeta de visita que extendió a Carlota.
- ¿Me llamarás?
- Lo pensaré, dijo ella, y le guiñó un ojo.
**Continuará...**
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