jueves, 18 de septiembre de 2008

¿Intentas cambiar el mundo o intentas que el mundo no te cambie a ti?

Si hay algo que me parece complicado, incluso más que intentar cambiar el mundo, es intentar que el mundo no te cambie a ti.

Cada día vivimos un millón de experiencias, desde las más básicas y esenciales a las más reconfortantes y superiores. Cada día elegimos nuestro camino, con cada decisión que tomamos basada en la tan recurrente teoría del libre albedrío. Somos seres libres, con capacidad de deliberación y actuación.

Estamos ante la realización de una acción por un agente no-condicionado íntegramente ligado por factores precedentes y subjetivos en el cual la percepción de la acción del agente fue inducida por su propia voluntad.

Las personas somos libres de ir trazando nuestro propio destino. Elegimos, actuamos, interaccionamos con el mundo en el que vivimos. Pero muchas veces, la propia voluntad referida, es condicionada por factores externos; daños colaterales de la realización de la libertad ajena. Daños que hieren nuestra conciencia y que condicionan nuestro actuar futuro.

Teoría acción-reacción; como a un mono al que someten a diferentes estímulos: descarga eléctrica (error=castigo), plátano (acierto=premio). Huímos de aquellas experiencias que en el pasado nos resultaron perjucidiales, para acercarnos únicamente a las vivencias que nos dan felicidad.

El miedo a sufrir. Podemos ser personas completamente dichosas, desbordantes de alegría; pero si hay un sentimiento capaz de poder arruinarlo todo, es el miedo a ser feliz. El miedo a las consecuencias de nuestra felicidad. El caer al infierno después de haber experimentado el cielo.

Y entonces, recurrimos a consideraciones deterministas del concepto de la libertad: resultados inevitables de causas previas (todo lo que pasa tiene una razón de ser). Y nos conformamos con esta reducción absurda, en lugar de buscar las causas de "lo que pasa"; para que cuando vuelva a ocurrir sepamos superar el bache que impidió continuar nuestra felicidad.

Perjuicios que derivan en prejuicios. Condicionantes de nuestra futura experiencia. Determinantes de nuestro actuar.

El principio de las posibilidades alternativas es un requisito para la libertad; condición inherente a la vida humana. Si suprimimos las alternativas, nos convertimos en seres no libres, cuyo comportamiento está marcado a priori por una coerción que resulta irresistible.

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